La microbiota vaginal y uretral es una barrera de defensa clave. Los lactobacilos desempeñan un papel esencial en la salud del aparato génito-urinario.
Juan Evaristo Suárez
Microbiología y Parasitología
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La microbiota vaginal y uretral es una barrera de defensa clave contra infecciones. Los lactobacilos desempeñan un papel esencial en la salud del aparato génito-urinario, pero su equilibrio puede alterarse con la edad y otros factores.
El aparato génito-urinario femenino cuenta con una defensa natural esencial: la microbiota vaginal y uretral. Su equilibrio, dominado por los lactobacilos, ayuda a prevenir infecciones urinarias y de transmisión sexual, pero puede verse afectado por factores hormonales y otros cambios fisiológicos.
Desde la pubertad, la producción de hormonas esteroides favorece un entorno propicio para la colonización de lactobacilos en la vagina. Estas bacterias desempeñan dos funciones clave:
Forman una barrera protectora sobre las paredes vaginales y uretrales, impidiendo la adhesión de patógenos.
Producen ácido láctico y peróxido de hidrógeno, creando un ambiente hostil para los microorganismos dañinos.
Gracias a esta protección, se reduce el riesgo de infecciones urinarias, vaginosis bacteriana y enfermedades de transmisión sexual.
Un equilibrio adecuado de lactobacilos puede disminuir la incidencia de infecciones como el virus del papiloma humano (VPH) y el VIH. Se ha observado que las mujeres con una microbiota vaginal rica en lactobacilos tienen menor probabilidad de desarrollar cáncer de cuello uterino tras una infección por VPH.
Por ello, además de la vacunación contra el VPH, mantener una microbiota saludable es fundamental para reducir el riesgo de enfermedades de transmisión sexual.
Con la llegada de la menopausia, la disminución de estrógenos provoca un adelgazamiento de la pared vaginal y una reducción de la secreción de fluidos. Esto genera sequedad y una drástica disminución de los lactobacilos, favoreciendo la aparición del síndrome genitourinario de la menopausia, que se manifiesta con molestias en las relaciones sexualeayor predisposición a infecciones urinarias o atrofia urogenital
Para contrarrestar estos efectos, los probióticos vaginales pueden ser una solución efectiva para restaurar la microbiota y mejorar la salud íntima en esta etapa.
El equilibrio de la microbiota vaginal y uretral, mantenido principalmente por los lactobacilos, protege contra infecciones y enfermedades. Sin embargo, factores como la menstruación, la menopausia y el uso de antibióticos pueden alterar su composición.
El uso de probióticos específicos puede ser una estrategia efectiva para restaurar la microbiota y mejorar la salud del aparato génito-urinario, destacando la importancia de cuidar el ecosistema vaginal a lo largo de la vida.
la vagina y la uretra comunican los aparatos genital y urinario con el exterior. Por lo tanto, los microbios podrían usar esas puertas de entrada para invadir nuestro organismo y causar enfermedades. Para evitarlo, existen varios mecanismos de protección entre los que tienen especial importancia la microbiota vaginal y uretral. La monarquía, es decir, el comienzo de la producción de hormonas esteroides, provoca el inicio de los ciclos menstruales y hace que las paredes vaginales se engrosen y se recubren de un líquido muy nutritivo que puede ser aprovechado por casi cualquier bacteria. Sin embargo, únicamente los lactobacilos se van a establecer en la vagina. Y eso por qué? Pues porque las células vaginales SA edifican el ambiente vaginal, provocando así la eliminación de cualquier otro microbio. En otras palabras, las mujeres crean las condiciones adecuadas para el establecimiento de una microbiota beneficiosa y la exclusión de cualquier microbio que pudiera resultar peligroso para la salud. Los lactobacilos permanecen como los únicos habitantes importantes de la vagina durante todo el periodo fértil de la vida y a partir de aquí pasan a la uretra extendiendo su protección al aparato urinario. Esta protección se basa en dos razones Por un lado, recubren totalmente las paredes e impiden que se puedan establecer los patógenos sobre ellas y, por otro, fabrican ácido láctico y agua oxigenada que los mata. Esta labor de control de la invasión por agentes extraños es esencial porque la proximidad al orificio anal facilita el acceso de los microorganismos intestinales y porque el pene vehicula bacterias en su superficie que podían dar lugar a infecciones genitales y urinarias. Así, por ejemplo, la probabilidad de que una chica adquiera una infección por el virus del sida tras mantener relaciones con una persona afectada es cinco veces menor si su vagina está colonizada mayoritariamente por Lacto Cirus. El cáncer de cuello de útero se produce tras la infección genital por papilomavirus que frecuentemente se transmiten por vía sexual. Pues bien, una gran mayoría de las mujeres en las que consigue implantarse presentan un déficit de importancia importante de lactobacilos vaginales. Aprovecho para recomendar la vacunación contra este virus no sólo en las chicas, sino también en los varones, ya que hoy sabemos que pueden producir otros cánceres en la región, como el de pene o el de ano e incluso algunos tipos de carcinoma orofaringe. Esta relación de problemas, cuya incidencia disminuye con la dominancia de los lactobacilos podría ampliarse a otras infecciones de transmisión sexual y a otros cuadros como las vaginosis, las vaginitis candidiásica y las inflamatorias desca nativas, las infecciones urinarias, las fiebres puerperal y la sepsis y meningitis neonatales. La protección por parte de los lactobacilos es constante, pero sincro se incrementa durante la gestación. Esto es importante porque en las embarazadas el sistema inmunitario especial físico atenúa su actividad de rechazo de lo ajeno para permitir que se implante el embrión en el útero. Esto hace a las futuras madres más susceptibles a las infecciones. Para neutralizar este peligro, la concentración de la activaba ylos vaginales aumenta y con ellos también lo hace la protección que realiza. Por el contrario, durante las reglas se produce un descenso importante en la concentración de los lactobacilos vaginales porque la sangre menstrual neutraliza la acidez vaginal y los arrastra hacia el exterior, aunque esto permite la proliferación transitoria de otras bacterias que pudieran provocar problemas. Esto no ocurre habitualmente porque los lactobacilos se hacen de nuevo predominantes una vez concluido el periodo. Esta recuperación es debido a que la mujer anfitriona comienza a producir grandes cantidades de estradiol, una hormona que provoca la recuperación de las condiciones vaginales óptimas para ellos. Vemos, por tanto, que la microbiota lacto vacilar es esencial para el mantenimiento de la salud del aparato gén urinario y que las mujeres han desarrollado mecanismos que promueven la colonización y el mantenimiento de la misma en un ejemplo de relación mutualista fascinante. Ahora bien, la finalización de la secreción de hormonas esteroides que caracteriza la menopausia provoca el adelgazamiento de la pared vaginal y el cese de la secreción del fluido que la humedecía. La sequedad subsiguiente provoca una enorme disminución de la concentración de la actuación vaginales y uretral, que pasa a ser de alrededor del uno de la que había durante el periodo fértil. Todo ello da lugar a lo que denominamos el síndrome gén urinario de la menopausia, que se caracteriza por la por la atrofia urogenital que provoca molestias en las relaciones y el incremento de las infecciones urinarias. Entre las consecuencias, una manera juiciosa de contrarrestar los peligros asociados a la disminución de la microbiota gén urinaria sería reponer los amigos perdidos mediante la administración de probióticos, que son preparaciones de lactobacilos que se suministran en enormes cantidades y pueden combatir a los microorganismos indeseables y, en último término, regenerar la microbiota y contribuir a la recuperación de la salud. En esta misma colección de vídeos he incluido dos más que dan información sobre los probióticos vaginales.