Probióticos e infecciones vaginales
Los probióticos, administrados por vía oral o vaginal, pueden ser de gran ayuda para restablecer el equilibrio de la flora vaginal, especialmente tras una infección.
Durante la etapa fértil de la mujer, la microbiota vaginal está compuesta principalmente por lactobacilos, bacterias beneficiosas que protegen el aparato urogenital. Estos lactobacilos producen ácido láctico y agua oxigenada, creando un entorno hostil para los microorganismos patógenos.
Diversos factores pueden alterar el equilibrio de la flora vaginal y disminuir la concentración de lactobacilos, como las duchas vaginales, el uso de anticonceptivos, los cambios hormonales, la menstruación, las relaciones sexuales frecuentes y el uso de antibióticos. Esta disminución de lactobacilos puede dar lugar a la proliferación de bacterias dañinas, aumentando el riesgo de sufrir vaginosis, vaginitis bacteriana, vulvovaginitis candidiásica, tricomoniasis e infecciones urinarias.
Probióticos: protección y equilibrio para la salud vaginal
Los probióticos actúan repoblando la vagina con lactobacilos beneficiosos, que a su vez producen ácido láctico y agua oxigenada, combatiendo así los patógenos y restableciendo el pH vaginal.
La duración del tratamiento con probióticos varía en función de la vía de administración. La vía vaginal suele requerir una semana de tratamiento, mientras que la vía oral puede requerir al menos tres semanas. Se recomienda utilizar probióticos durante tres ciclos menstruales consecutivos para reducir el riesgo de recurrencia de las infecciones.
La acidificación del fluido vaginal que producen los probióticos facilita la recuperación de los lactobacilos autóctonos de la mujer, los cuales están mejor adaptados a su cuerpo. Una vez que la infección ha remitido, los lactobacilos naturales de la mujer vuelven a ser predominantes en la vagina.