Conchi Cambelo se abre y nos cuenta su historia con la incontinencia urinaria.
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Incontinencia ASIAUrologíaConchi Cambelo se abre y nos cuenta su historia con la incontinencia urinaria.
Conchi Cambelo, miembro de la Asociación de Incontinencia Anal y Urinaria (ASIA), comparte su experiencia con la incontinencia urinaria, una condición que afecta a millones de personas.
A los 45 años, durante un entrenamiento, Conchi experimentó su primer episodio de incontinencia urinaria. La vergüenza y la desinformación la llevaron a ocultarlo, incluso a su propio hijo, quien era su entrenador en ese momento.
Conchi, como muchas personas, desconocía la gravedad de la incontinencia urinaria y la atribuía al proceso natural de envejecimiento. Sin embargo, con el tiempo, los episodios se volvieron más frecuentes y severos, afectando su vida laboral y personal.
El estigma social asociado a la incontinencia urinaria impidió que Conchi buscara ayuda profesional de inmediato. Finalmente, con el apoyo de su marido, decidió consultar a su médico de cabecera.
Durante tres años, Conchi pasó por diversos tratamientos y especialistas, incluyendo ginecólogos y fisioterapeutas especializados en rehabilitación del suelo pélvico. A pesar de sus esfuerzos, la incontinencia persistía.
Finalmente, un equipo de urólogos le ofreció una solución innovadora: un implante de esfínter artificial urinario femenino asistido por robot. Este procedimiento, poco común en España, le devolvió la esperanza a Conchi.
Conchi anima a todas las personas que sufren de incontinencia urinaria a no resignarse y buscar ayuda profesional.
Su mensaje es claro: existen tratamientos eficaces que pueden mejorar significativamente la calidad de vida.
La Asociación de Incontinencia Anal y Urinaria (ASIA), de la cual Conchi forma parte, ofrece apoyo y recursos a quienes se enfrentan a esta condición.
Hola, me llamo Conchi Calo y tengo incontinencia urinaria. Actualmente tengo cincuenta y tres años, pero todo empezó cuando tenía cuarenta y cinco. Era un día como otro cualquiera en mi vida, en un entrenamiento de running. Como detalle, el entrenador era mi hijo. Llevaba unos dos años practicando este deporte, dos días a la semana y aquel día, en pleno entrenamiento, me hice pis encima. Fue una sensación rara, nueva y extraña que nunca había sentido. Sentí tanta vergüenza que me fui sin decir nada, ni tan siquiera a mí, al cual le di una excusa. Después, cuando me llamó para preguntarme qué me había pasado, quise pensar que había sido algo puntual y no le di mayor importancia, pero fue inevitable. Después de aquel día esto empezó a ocurrirme de continuo. Recordaba que mi madre me había dicho en alguna ocasión que con los años, y después de varios infartos, que en mi caso fueron tres, esto podía pasar. Pero lo mío no había sido un pequeño escape, sino perdonar por la explosión. Una meada total. Tenía tanta vergüenza debido al estigma social que tiene hoy en día esta patología que no sabía qué hacer ni a quién pedir ayuda. Opté por contar lo que me estaba ocurriendo a la persona con la que comparto mi vida, mi compañero y confidente, mi marido, de quien sabía que tenía todo el apoyo psicológico, pero evidentemente no estaba en su mano solucionar el problema. Decidimos que la ayuda tendría que buscar en un profesional sanitario. Tenía que ir al médico laboralmente, no podía continuar así. Era imposible trabajar y ausentarme cada cinco minutos para cambiarme e ir al lavabo. Así que de decidir a mi médico de Atención primaria, quien no supo cómo tratarme, me derivó a ginecología. Así estuve aproximadamente unos tres años con continuas bajas laborales, encerrada en casa, con tratamientos varios y rehabilitación de suelo pélvico, pero nada funcionaba. Mi ginecóloga pensó que sería mejor que me tratasen en la especialidad de urología. Y así fue. En esta consulta tuve la gran suerte de dar con un equipo maravilloso. Desde el minuto uno. Su empatía y confianza me hicieron sentir que había ido a El sitio correcto y que mi pesadilla estaba llegando a su fin. No fue nada fácil, ya que después de pasar por quirófano en varias ocasiones con intervenciones y tratamientos conservadores, mi incontinencia no disminuía, pero ni los urólogos ni yo estábamos dispuestos a tirar la toalla. Fue entonces cuando me ofrecieron a hacerme una intervención novedosa en España. Se trataba de un implante de esfínter artificial urinario femenino, asistido por un robot. Se me explicó detalladamente en qué consistiría con sus ventajas, Inconvenientes, pero no lo dudé y acepté el reto. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y siempre estaré agradecida al equipo médico que me brindó esta oportunidad. Con mi historia. Espero haberos hecho llegar ese ánimo y empuje para que no os resigne a vivir pegados a un lavabo o unas compresas o un pañal. Id a vuestro médico especialista, ya que seguro que existe un tratamiento para mejorar y vivir dignamente, ya que solo se vive una vez. Gracias por escucharme. Nos vemos pronto.