El envejecimiento cutáneo es un proceso complejo influenciado por factores genéticos y ambientales. Si bien un 25% se atribuye al paso del tiempo, el 75% restante se debe al exposoma, donde la radiación solar juega un papel crucial.
La exposición a la radiación ultravioleta (UV) genera radicales libres, moléculas inestables que dañan las células de la piel, acelerando el envejecimiento y aumentando el riesgo de cáncer cutáneo.
Para combatir estos efectos, el uso diario de fotoprotectores se vuelve esencial. Un buen fotoprotector antienvejecimiento debe cumplir con las siguientes características:
Amplio espectro: Protección contra rayos UVA y UVB.
Factor de protección solar (FPS) 50+: Bloquea el 98% de los rayos UVB.
Protección adicional: Frente a la luz azul y la radiación infrarroja.
Ingredientes específicos:
Antioxidantes: Neutralizan los radicales libres. Ejemplos: Vitamina C, Vitamina E, resveratrol.
Reparadores del ADN: Corrigen el daño celular.
Antienvejecimiento: Mejoran la hidratación, firmeza y elasticidad. Ejemplos: Ácido hialurónico, serina, trehalosa, niacinamida.
Antipolución: Reducen los efectos nocivos de la contaminación ambiental.
La aplicación de fotoprotectores tópicos debe ser diaria, durante todo el año, incluso en días nublados. En situaciones de exposición solar intensa, la fotoprotección oral, con antioxidantes y enzimas reparadoras del ADN, complementa la protección tópica, potenciando la prevención del envejecimiento cutáneo.