Un fármaco de apenas 2 euros logra reducir un 25% el daño cardiaco tras un infarto de miocardio

Metoprolol, un beta-bloqueante, administrado en pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio y sometidos a angioplastia de urgencia, logra reducir hasta en un 25% el daño cardiaco.

Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), liderados por el director general del centro, Valentín Fuster, y el experto del mismo organismo y cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, Borja Ibáñez, han logrado reducir hasta un 25 por ciento el daño cardiaco producido durante un infarto con el fármaco metoprolol, cuyo coste es inferior a los dos euros.

Así lo han presentado este viernes Fuster e Ibáñez, quienes han estado acompañados por el director general de Investigación Científica y Técnica del Ministerio de Economía y Competitividad, Juan María Vázquez; el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández Lasquetty; el jefe del servicio de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos, Carlos Macaya; y el investigador del SUMMA 112, Vicente Sánchez.

Todos ellos han destacado la importancia de este estudio, llamado ‘METOCARD- CNIC’, tanto por los resultados obtenidos, que tendrán repercusión a nivel mundial, como por ser un ejemplo de coordinación entre diferentes equipos asistenciales. «Este es un ejemplo para España de que realmente podemos hacer las cosas juntos y bien», ha señalado Fuster.

Y es que, para su elaboración han participado el Hospital Clínico San Carlos, el Hospital La Princesa, el Hospital 12 de Octubre, el Hospital Puerta de Hierro, el Hospital Quirón, todos ellos de Madrid; así como el Hospital Meixoeiro de Galicia, el Hospital de León y el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander. Además, han contado con la ayuda del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Philips, la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación Pro CNIC.

Se trata, por tanto, de un ensayo clínico realizado íntegramente en España a 270 pacientes y que, por primera vez, analiza la utilidad y eficacia del fármaco metoprolol cuyo interés comercial, según ha asegurado Ibáñez, es prácticamente nulo. En concreto, este medicamento pertenece a la familia de los beta-bloqueantes y se utiliza para el tratamiento de la hipertensión arterial y otras enfermedades cardiovasculares.

Disminuye el tamaño del infarto

En este caso, los investigadores han comprobado cómo actúa ante un infarto agudo de miocardio, producido por la obstrucción brusca de una arteria coronaria y que requiere una atención urgente ya que cada minuto que pasa la arteria coronaria ocluida, se van necrosando de forma exponencial las células del corazón.

Por tanto, la mejor estrategia para reducir la extensión del infarto es la realización de una angioplastia urgente, dado que en función del tiempo que se tarde en abrir la coronaria se producirá una necrosis de mayor o menor extensión. Así, cuando la necrosis es extensa, el corazón pierde una gran parte de su fuerza contráctil que, posteriormente, es muy difícil que pueda recuperarse.

«Cuánto mayor sean los gramos de músculo cardiaco necrosados –extensión del infarto– mayor es la probabilidad de que los supervivientes sufran en el futuro complicaciones» como, por ejemplo, insuficiencia cardiaca, arritmias leves o, incluso, morir en los siguientes meses o años, ha explicado Ibáñez. Por ello, la posibilidad de reducir la cantidad de tejido que se necrosa durante un infarto es de gran importancia.

Como consecuencia de este hecho, los investigadores, a través de la realización de una resonancia magnética cardiaca, cuantificaron en los pacientes los gramos de corazón que habían resultado necrosados tras el infarto ocurrido hacía una semana, comprobando que aquellos que habían recibido metoprolol tenían un tamaño de infarto más reducido comparado con los que no lo habían tomado. Este aspecto se asoció una mayor fuerza contráctil del corazón.

«Los resultados han sido excepcionales porque hemos visto que estos enfermos han tenido hasta un 25 por ciento de mejora y que, además, pueden tener menos ingresos hospitalarios y menos exploraciones e intervenciones a largo plazo», ha apostillado el investigador del CNIC.

Ahora bien, Fuster ha adelantado que los investigadores van a realizar un estudio internacional para conocer cuál es el mecanismo por el que esta terapia funciona en pacientes con infarto y, además, ver si realmente consigue reducir la mortalidad a largo plazo. Asimismo, se va a estudiar si realmente es más efectivo cuanto antes de suministre.

«Actualmente ya se puede recibir este fármaco pero todavía las guías no obligan su administración tras un infarto de miocardio. Por ello, es necesario realizar un estudio de eventos para comprobar que, efectivamente, puede disminuir la mortalidad», ha recalcado Ibáñez.

El estudio ha sido ya publicado en la revista Circulation de la Asociación Americana del Corazón y, según los expertos, en el momento en el que se confirmen los datos con un ensayo más numeroso, podría cambiar la práctica clínica diaria habitual ante un paciente que, hasta ahora, no recibía rutinariamente este medicamento antes de someterse a una angioplastia, la intervención recomendada para abrir la arteria ocluida que ha provocado el infarto.