Trastorno bipolar: de la euforia a la depresión

El trastorno bipolar o enfermedad maniaco-depresiva es una alteración de los mecanismos que regulan el estado de ánimo. Quienes la sufren pasan alternativamente de la euforia o "manía" a la depresión, llegando a necesitar, en ocasiones, la hospitalización.

Existen tres tipos dentro de esta enfermedad. En el trastorno de tipo I (el clásico) se produce una fase de manía tan acusada que el paciente requiere generalmente hospitalización ya que las depresiones también son intensas. El paciente sufre alucinaciones e incluso delirios cuando se encuentra en fase de manía, de tal manera que llega a creerse, por ejemplo, superdotado. Su conducta es totalmente desordenada.

En el tipo II aparecen depresiones intensas y fases de euforia moderadas que no requieren el ingreso hospitalario y se denominan hipomanía. La tercera caracterización de trastorno bipolar se denomina ciclotímia y se define mediante la sucesión de hipomanías y fases depresivas, leves o moderadas que hacen que quien las sufre parezca una persona inestable e imprevisible. No parecen tan graves como para acudir al médico a pesar de que tienen tratamiento.

El doctor Eduard Vieta, coordinador del Programa de Trastornos bipolares y director de Investigación del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clinic de Barcelona, ha hecho públicos unos datos según los cuales el trastorno bipolar afecta por igual a hombres y mujeres, está presente en cualquier lugar del mundo y tiene un alto componente genético.

Mientras en el resto del mundo la prevalencia de la enfermedad oscila entre el uno y el cinco por ciento, dependiendo a las coordenadas, en España los datos hablan del uno o dos por ciento de personas afectadas; pero hay que tener en cuenta que la mayoría de los enfermos no están diagnosticados o se les diagnostica esquizofrenia o depresión. Este último desvío se produce, sobre todo, en los afectados de tipo II, cuando la manía no está muy definida. Ello hace pues necesario un conocimiento profuso de la enfermedad a fin de diagnosticarla a tiempo, según manifiesta el doctor Vieta.

Los primeros síntomas del trastorno bipolar aparecen en la adolescencia. Desde este momento hasta que se implanta el primer tratamiento suelen transcurrir unos diez años. Aún siendo una enfermedad crónica tiene terapia mediante antipsicóticos que pueden evitar la hospitalización, así como la tentativa de suicidio. Una persona afectada por esta enfermedad que no reciba tratamiento, puede sufrir una media de cuatro episodios de manía seguida de depresión en un período de diez años.