La enfermedad de Parkinson constituye una de las causas más comunes de incapacidad neurológica y funcional en la vida adulta, afectando actualmente a unas 80.000 personas en España. Se trata de un trastorno degenerativo que afecta al sistema nervioso central y, más concretamente, a las áreas del cerebro encargadas de coordinar y controlar la actividad, el tono muscular y la motricidad.
El Parkinson supone la segunda enfermedad neurodegenerativa en las personas mayores. A pesar de que no son infrecuentes los casos de enfermedad de Parkinson en personas menores de 50 años, esta enfermedad comienza generalmente en la quinta o sexta década de la vida, lo que revela el creciente impacto de este trastorno debido al progresivo envejecimiento de la población mundial.
Esta enfermedad del sistema nervioso, que no hace distinciones entre razas ni sexos, afecta a la sustancia negra y a los ganglios basales, o lo que es lo mismo, a las estructuras del cerebro encargadas del control y de la coordinación del movimiento, así como del mantenimiento del tono muscular y de la postura. Aunque la causa de la enfermedad de Parkinson aún es desconocida, se sabe desde hace más de dos décadas que en el cerebro de los pacientes con esta enfermedad existe un acusado déficit de dopamina, una sustancia esencial para la regulación de los movimientos.
Los síntomas
Las personas que sufren enfermedad de Parkinson presentan en mayor o menor medida síntomas motores (temblor, falta o disminución de movimientos, rigidez e inestabilidad postural), que afectan a su movilidad y pueden llegar a ser enormemente incapacitantes y afectar a actividades cotidianas como asearse, vestirse, comer o caminar. «A parte de estos, hay muchos otros síntomas que a veces pasan desapercibidos en la enfermedad, el paciente convive con ellos y muchas veces no los cuenta, desde dolores musculares, calambres, dolores de espalda, bajadas de tensión a trastornos sexuales, o sudores», explica el doctor Javier López del Val, del Servicio de Neurología del Hospital Clínico de Zaragoza.
Muchas de las manifestaciones clínicas de la enfermedad son menospreciadas por el paciente y sus familiares, achacando únicamente a la vejez síntomas tales como la depresión, la lentificación en los movimientos o la pérdida de capacidad para contestar rápidamente a ciertas cuestiones. Se estima que suele transcurrir un promedio de cuatro años entre la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad y su diagnóstico.
Tratamiento
Aunque aún no se ha conseguido obtener un tratamiento curativo de la enfermedad de Parkinson, los avances farmacológicos y quirúrgicos permiten un control de los síntomas de la enfermedad y provocan menos efectos adversos. En los estadios más precoces de la enfermedad no siempre se utiliza la terapia con fármacos y se opta por la adopción de medidas de educación sanitaria y rehabilitación.
La levodopa es el tratamiento farmacológico estándar más eficaz y aunque su administración produce una mejoría clínica en los pacientes, tras años de tratamiento (aproximadamente cinco o seis) va perdiendo eficacia y se empieza a asociar con importantes efectos adversos, favoreciendo la aparición de complicaciones motoras severas y reduciendo la capacidad funcional. En los últimos años se han conseguido atenuar estas complicaciones provocadas por el uso crónico de la levodopa, ya que se ha comprobado que la combinación de la levodopa con entacapona, inhibidor selectivo de la COMT, limita las consecuencias negativas derivadas del uso de levodopa, aumenta el beneficio clínico y mejora la movilidad de los pacientes.
Futuro
Actualmente se están realizando diferentes estudios en modelos animales que pueden resultar de gran utilidad en un futuro para el tratamiento de los pacientes con Enfermedad de Parkinson. En este sentido, las principales líneas de investigación que se están desarrollando de modo experimental en animales son la terapia celular y la terapia génica. Por otra parte, desde hace algunos años se ensaya el trasplante de células dopaminérgicas que proceden de embriones humanos y que son capaces de producir dopamina sin ser rechazadas por el organismo.
«El mejor conocimiento de los mecanismos implicados en la degeneración de las células dopaminérgicas de la sustancia negra podrá ayudar en un futuro a establecer un tratamiento, sino curativo, neuroprotector, de tal forma que podamos detener el curso evolutivo de la enfermedad», apunta la doctora Rosario Luquin, del Servicio de Neurología de la Clínica Universitaria de Navarra. Por este motivo, pacientes y familiares hacen un llamamiento a instituciones sanitarias, médicos y sociedad en general para que se profundice en el estudio de este trastorno.
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