Lavarse las manos de ocho a diez veces al día, comprobar muchas veces el cierre de alguna puerta o cambiarse de ropa en innumerables ocasiones, son algunos de los síntomas frecuentes en las personas que sufren trastornos obsesivo-complusivos, una patología que afecta al tres por ciento de los jóvenes y que suele manifestarse por primera vez durante la infancia.
El trastorno obsesivo-compulsivo es una enfermedad crónica o recurrente que se caracteriza por la presencia de obsesiones -ideas que acosan la mente de la persona sin poder evitarlo y que causan una gran angustia- y de compulsiones -acciones sin ninguna justificación lógica, como un lavado excesivo de manos en pocos minutos o comprobar repetidamente que se ha cerrado una puerta. Este trastorno afecta al tres por ciento de la población joven, en edades comprendidas entre los 13 y 18 años de edad, con un coeficiente intelectual más bien alto y sobre todo en chicos más que en chicas, según datos presentados en las jornadas sobre psiquiatría en la infancia y la juventud, celebradas recientemente en el Hospital Vall d´Hebrón de Barcelona.
«En el 80 por ciento de los casos la patología se inicia durante la infancia, entre los nueve y los 12 años, y se tarda entre dos y cuatro en diagnosticar como tal porque es complicado de detectar», afirmó el doctor Josep Tomàs, jefe de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Hospital Vall d´Hebrón, en el marco de las jornadas. En este sentido, según el especialista, «esta obsesión se vive en silencio y se tarda en identificar como enfermedad porque la sociedad no ve negativo que el enfermo compruebe en repetidas ocasiones todo lo que hace».
Más comprensión para el enfermo
Según el doctor Miquel Casas, jefe de servicio de psiquiatría del Hospital Vall d´Hebrón de Barcelona, «se trata de una patología muy lesiva para quien la padece; el enfermo gasta mucha energía ya que lucha constantemente para dejar de tener esas ideas o acciones obsesivas». El especialista afirmó que «la causa de los trastornos obsesivo-compulsivos tiene un componente genético, aunque todavía se desconocen los motivos por los cuales los circuitos cerebrales del pensamiento, la memoria y la decisión acaban produciendo esa conducta u obsesión».
Por otro lado, según los asistentes a las jornadas, los enfermos gozan de la incomprensión de la sociedad. Según el doctor Casas, «a veces, los niños que tienen este trastorno se identifican como personas con manías y se les castiga por ello, cuando realmente esconden una enfermedad». En este sentido, el especialista apeló a la comprensión de las familias, los padres y el colegio. «Con los cambios hormonales que se producen durante la adolescencia, la enfermedad puede desaparecer. Sin embargo, en la mayoría de casos, este trastorno de carácter crónico continua en la etapa adulta», expresó el psiquiatra y abrió un hilo de esperanza ya que «esta patología tiene tratamiento farmacológico y la terapia psicológica es muy efectiva».
Los 350 expertos que se han reunido en las jornadas del Hospital Vall d´Hebrón han puesto énfasis en la descripción clínica, en el diagnóstico y tratamiento psicofarmacológico de esta patología, entre otros aspectos. Además, se han analizado los aspectos clínicos y biológicos que inciden sobre los enfermos así como la repercusión de la enfermedad en el entorno social y familiar.
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