18Ene. 12
La llegada de los smartphones y las tablets ha supuesto un cambio en las formas de comunicación, ya que el acceso a la información a través de Internet es continuo, convirtiéndolo en algunos casos en un hábito adictivo. El patrón típico del adicto es una persona joven, urbana, con conocimiento de inglés y manejo de ordenadores, de profesión liberal y de clase media-alta.
Cerca del 3% de los jóvenes entre 18 y 34 años es adicto a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y el 8,1% está en riesgo de serlo. Se trata de un problema emergente que va incrementando su magnitud día a día y que incluso puede llegar a afectar al desarrollo y a la salud mental de los adolescentes, así como generar una gran demanda sanitaria si no es detectado a tiempo, según se explica en la obra recientemente publicada De la impulsividad a la dependencia: Adicciones a las nuevas tecnologías , dirigida y coordinada por el doctor Salvador Ros, presidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP).
La continua evolución de Internet, los teléfonos móviles, los videojuegos e incluso la televisión ha hecho que se genere y se comparta información de una forma cada vez más veloz. Y aunque en muchos casos esto ha simplificado muchas actividades, también existen importantes riesgos, puesto que pueden llevar a la dependencia tecnológica.
De hecho, la llegada de los smartphones y las tablets al mercado ha supuesto un cambio en las formas de comunicación, ya que el acceso a Internet, y por lo tanto a la información -en particular a las redes sociales-, es continuo, haciendo que se pueda convertir en un hábito adictivo.
“El perfil de la persona adicta a estas nuevas tecnologías suele ser una persona joven, urbana, con conocimiento de inglés y manejo habitual de ordenadores, de profesión liberal y de clase media-alta”, explica el doctor Salvador Ros, presidente de la ASEPP. “En lo que se refiere particularmente al teléfono, tienen la necesidad de sentirse informados en todo momento, esperan continuamente llamadas que para ellos son absolutamente imprescindibles, y son incapaces de desprenderse del aparato incluso en situaciones donde no les está permitido usarlas -como por ejemplo conducir-, y comprueban repetidamente tanto la cobertura como la batería”.
Mayor fracaso escolar
En el caso de los niños y adolescentes, un bajo rendimiento o fracaso escolar puede esconder un problema de adicción a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, puesto que varios estudios demuestran que reducen la capacidad de concentración e incrementan problemas con la memoria verbal. Asimismo, hay otras circunstancias que deben alertar sobre la posibilidad de que exista una dependencia, como la irritabilidad, la pérdida de interés por actividades que se realizaban previamente, los trastornos del sueño o el distanciamiento con la familia o amigos. “Niños o adolescentes que dejan de comer con la familia o, si lo están, se pasan todo el tiempo jugando deben alertarnos y hacernos pensar en la posibilidad de un cuadro de adicción”, afirma el Dr. Alfonso Sanz Cid, psiquiatra y miembro de la junta directiva de la ASEPP.
Tal y como apunta este experto, “uno de los problemas asociados a esta adicción es que, a diferencia de lo que sucede con otros hábitos de abuso como del alcohol o de las drogas, no se le están dando la importancia debida. La sociedad todavía no es consciente del grave riesgo que esto supone y no se le presta demasiada atención. Sus consecuencias no están dimensionadas”. En su opinión, el problema es que este tipo de trastorno no produce un deterioro físico, “lo que hace que sólo se acuda al médico en situaciones extremas, cuando los jóvenes han desarrollado conductas muy perturbadas donde la adicción es ya sólo un elemento más dentro de un cuadro de más gravedad”.
Existen muchas controversias sobre cómo afecta el abuso de los videojuegos en el desarrollo cognitivo o de la conducta de los más pequeños. “Según los datos incluidos en el libro ‘De la impulsividad a la dependencia: Adicciones a las nuevas tecnologías’, el 9,3% de los niños entre 11 y 14 años cumple criterios de uso excesivo de estos dispositivos, así como de dependencia y juego patológico, lo que a su vez implica alteraciones en su comunicación y en la capacidad de concentración”, apunta doctor Ros. “Los juegos que crean más adicción son aquellos que implican una dedicación continua, con múltiples participantes conectados on line y que permiten la adquisición de un rango o status”.
La Dra. Laura Ferrando, psiquiatra y miembro de la junta directiva de la ASEPP, explica la importancia de una detección temprana y del tratamiento emocional precoz de este tipo de dependencia: “Corremos el riesgo de que jóvenes que no han sabido madurar y adaptarse a las situaciones que se han ido produciendo en su vida debido a su aislamiento, tampoco lo hagan cuando lleguen a la edad adulta y, por tanto, no sean capaces de asumir responsabilidades”. “Estos niños no son conscientes de su adicción porque los juegos les hacen sentirse bien, ven como se van superando y logrando mejores resultados y no tienen sensación fracaso”, apostilla el Dr. Sanz.
El riesgo de adicción a Internet, a los videojuegos o al teléfono móvil se relaciona directamente con el número de horas que se dedican cada día a su uso, “pero también influye”, según destaca Sanz, “la forma en cómo afecta este hábito a la conducta de cada persona, ya que varía el grado de dependencia que se establece”. Se considera que una persona es adicta cuando necesita un estímulo concreto para lograr una sensación de bienestar y esto le supone una dependencia emocional o física del mismo.
Este tipo de adicciones también se ven con más frecuencia en niños con antecedentes de trastornos adictivos en la familia y en aquellos que pertenecen a núcleos familiares desestructurados, con conflictos o separaciones, o en jóvenes que no están integrados o han fracasado en los estudios.
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