Ayer se escribió el último capítulo de la terrible historia del doctor Harold Shipman, médico de familia en el condado inglés de Yorkshire, que aprovechaba la confianza de sus pacientes más ancianos para asesinarles con una inyección de heroína. El tristemente conocido como Doctor Muerte, fue hallado ahorcado en su celda de la prisión de Wakefield.
Ayer se conoció el último capítulo de uno de los episodios más terribles de la crónica negra inglesa. El doctor Harold Shipman, conocido como Doctor Muerte, fue hallado muerto tras ahorcarse en su celda de la prisión inglesa de Wakefield. Allí cumplía una sentencia de cadena perpetua desde el año 2000 por la muerte de 15 de sus pacientes. Aunque un informe posterior de la Universidad de Leicester había concluido que la cifra podía elevarse a más de 215 personas, la mayoría de ellas ancianas. La verdad ha marchado con él a la tumba.
El doctor Harold Shipman, de apariencia afable y padre de cuatro hijos, montó primero una consulta en Yorkshire en 1974 para luego trasladarse a Manchester y ejerció la medicina durante 24 años. Hasta que en 1998 se comprobó que sus pacientes mayores de 75 años morían en una proporción exagerada y se detectó que este especialista hacía pedidos inusuales de diamorfina (heroína), supuestamente para sus pacientes terminales. La policía encontró entonces indicios criminales y ordenó su detención.
El caso creó una gran alarma social en Gran Bretaña, abriendo una larga polémica sobre el libre acceso que tienen los médicos a sustancias que pueden ser letales. ¿Cómo pudo el doctor Shipman llevar a cabo sus crueles actos durante 24 años sin levantar las sospechas de las autoridades sanitarias o de los familiares de sus víctimas? Ciertamente, hasta que Shipman no fue juzgado no se empezó a elaborar una primera investigación profunda.
Pero las conclusiones más escalofriantes llegaron con el estudio de todo su historial clínico realizado por la Universidad de Leicester un año después de ser sentenciado. Según esta investigación, numerosos indicios podrían haber permitido detener la escalada de asesinatos sin sentido de Shipman, pero inexplicablemente nadie sospechó nada
Un complejo perfil criminal
Los psiquiatras se remontan a un episodio crucial en la vida de Shipman que podría haber desencadenado su posterior conducta criminal. Se sabe que en su adolescencia asistió a la lenta agonía de su madre, aquejada de un cáncer, y contempló como los médicos le inyectaban morfina para aliviar su sufrimiento. Similar método utilizó en los asesinatos por los que fue condenado, por lo que los psiquiatras especulan que con ellos podría estar reviviendo una y otra vez la muerte de su madre.
La misma morfina le trajo su primer conflicto profesional. Tras salir de la facultad y empezar a ejercer, fue despedido del hospital en el que trabajaba por robar un compuesto de esta sustancia a la que era adicto. Pero su primer desliz sólo lo pagó con una suspensión temporal. En 1974 abrió su consulta en Todmorden, en Yorkshire y luego se trasladó a Hyde, Manchester.
Durante los 24 años en los que ejerció la medicina, el doctor Shipman certificó la muerte de 521 personas, trescientas más que el doctor con más muertes certificadas de Reino Unido. El 80 por ciento de sus pacientes fallecían sin la compañía de un familiar, el doble de lo habitual. Un altísimo número de ellos fallecía en sus hogares o en su consulta, cuando lo más corriente es que los enfermos mueran en un hospital. Y la gran mayoría de ellos fallecían entre el almuerzo y la hora del té, aunque las estadísticas indican que se registra el mismo número de fallecimientos a cualquier hora del día.
Pero sobre todo, nadie sospechó de los elevados pedidos que el doctor Harold Shipman hacía de diamorfina. Y nadie se extrañó que este doctor estuviera presente en el momento de la muerte en un porcentaje 25 veces superior al habitual. Todas estas evidencias sólo fueron consideradas por sus vecinos como una extraña maldición que pesaba sobre los pacientes del doctor Shipman. También es lógico que los familiares de sus ancianas víctimas atribuyeran las muertes a su avanzada edad.
El móvil de los asesinatos es del todo desconocido. Shipman no reconoció en ningún momento los cargos de los que se le acusaba y se negó a hablar sobre el tema con la policía. En la vista cebebrada en febrero del 2000 en el Preston Crown Court, sólo se consiguió probar que en una sola ocasión se benefició de una de las muertes falsificando el testamento de una de sus víctimas y apropiándose así de una considerable cifra de dinero.
Tras la polémica reabierta por el informe de la Universidad de Leicester, el gobierno de Tony Blair anunció la creación de un organismo de control que evite que estos trágicos hechos se repitan. Se trata de un departamento bajo el nombre de Autoridad Nacional de Valoración Clínica, que se encargará de evaluar la actuación de un profesional médico en cuanto hubiera la menor sospecha de actuación indebida por parte de sus enfermos o sus familiares.
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