La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una patología degenerativa e irreversible que afecta al sistema nervioso central, provocando la progresiva paralización de todos los músculos del cuerpo, obligando al paciente a depender de otras personas.
En nuestro país la padecen unos 4.000 pacientes, por lo que forma parte de las llamadas «enfermedades raras» por su escasa prevalencia en la población. Sin embargo, es la patología más habitual entre las que afectan a las células nerviosas que envían señales desde el cerebro a los músculos.
La ELA puede empezar a manifestarse de muchas maneras: debilidad o descoordinación de las extremidades, atrofia o temblores en las manos, cojera, rigidez, cansancio, problemas al hablar o tragar, espasmos, sacudidas o calambres, etc.
El desarrollo de la patología también varía en cada paciente y puede llegar a paralizar los músculos de la cara y el cuello, lo que impide hablar, tragar, masticar y respirar con normalidad. No obstante, también existen pacientes en los que la enfermedad provoca la paralización de todos sus músculos.
En cambio, los enfermos no pierden el control sobre el funcionamiento de los esfínteres, la movilidad de los ojos, la función sexual o los sentidos y su capacidad mental e intelectual tampoco se ve afectada por la enfermedad.
En la mitad de los pacientes la supervivencia supera los cinco años y en un diez por ciento es superior a diez años.
Enfermedad incurable
La ELA de momento no tiene cura, pero sí existen medicamentos para paliar los calambres, la rigidez muscular y los problemas de sueño o de salivación que conlleva.
Asimismo, es fundamental el tratamiento conjunto de psicólogos, logopedas y fisioterapeutas para mejorar la autonomía de los pacientes y su capacidad para valerse por sí mismos el mayor tiempo posible.
Desconocimiento
En ocasiones el escaso conocimiento de los médicos sobre esta patología retrasa el diagnóstico de algunos pacientes, porque se asocian sus síntomas a otras enfermedades.
Tampoco se sabe cuál es la causa de la ELA, aunque algunos investigadores la asocian con infecciones víricas, contaminación ambiental, desorden metabólico o defectos genéricos, lo que explicaría la variabilidad de síntomas en cada enfermo.
Diagnóstico de la ELA
Aunque para detectar la enfermedad no existe una herramienta diagnóstica específica, se pueden realizar diversas pruebas al paciente como un examen físico, el análisis de su historial médico, estudios neurológicos, un electromiograma (que registra la actividad muscular), una resonancia magnética o una biopsia de los nervios y los músculos.
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