Un uno por ciento de los españoles tiene una predisposición en sus genes para desarrollar esquizofrenia, pero existen diversos factores ambientales que incrementan las posibilidades de que acaben sufriendo esta y otras enfermedades neurológicas.
El profesor Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid, explica que las enfermedades neurológicas como la esquizofrenia, el Alzheimer o el Parkinson «tienen que ver con la interacción de muchos genes» y sólo se desarrollan si además se producen ciertas condiciones ambientales. Por ello considera que el reto en el futuro será «intentar que antes de que aparezcan podamos farmacológicamente paliar y reconducir las enfermedades».
Aunque los genes son el principal factor que determina la aparición de la esquizofrenia, diversos estudios han mostrado que hay más casos de esquizofrenia en niños nacidos durante los meses de invierno, lo que lleva a los investigadores a sostener la hipótesis de que «determinadas infecciones virales durante los últimos meses de embarazo o los primeros de la vida influyen en una esquizofrenia futura», señala el doctor Juan José López-Ibor, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid y director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico. Un efecto similar tienen determinadas vivencias traumáticas, el estrés agudo y los problemas de adaptación (en la población inmigrante, por ejemplo).
Consumo de drogas
No obstante, aún más importante que estos factores ambientales es el consumo de sustancias tóxicas, sobre todo el cannabis, pero también las drogas estimulantes o alucinógenas. Las personas con predisposición a sufrir esquizofrenia tienen un 60 por ciento más de riesgo de padecer psicosis si empezaron a tomar cannabis a los 18 años, pero el riesgo aumenta un 450 por ciento si comenzaron a los 15 años. Asimismo, en los individuos en los que ya se ha manifestado la enfermedad el consumo de cannabis empeora el estado general e impide que el tratamiento haga efecto adecuadamente.
«Cualquier cambio del medioambiente le obliga al cerebro a reconsiderar la situación y adaptarse», lo que da lugar a que «trastornos que parecen muy psicológicos en su origen sean capaces de modificar no sólo el funcionamiento del cerebro sino también su estructura». Por ejemplo, las secuelas psicológicas de los atentados del 11-M o «las situaciones muy crónicas de estrés o depresión» pueden causar ligeras atrofias en el hipocampo, «la zona del cerebro que tiene que ver con la memoria».
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