El Día Mundial de la Obesidad sirve cada año para denunciar la hasta ahora imparable progresión de esta enfermedad, que arranca 20 años de esperanza de vida a sus afectados y está creciendo de forma preocupante en los niños.
Tanto el doctor Manuel Aguiler, jefe de Endocrinología del Hospital Puerta del Mar de Cádiz como su compañero adjunto Luís Escobar, alertan de que la obesidad afecta hoy a 250 millones de personas en todo el mundo occidental, y citan a la OMS al calificarla como «epidemia del Siglo XXI».
Según ambos especialistas, la prevalencia de esta enfermedad, sumando los casos nuevos y antiguos, es de un 30 por ciento en las mujeres, un 20 por ciento en los hombres y llega ya hasta el 10 por ciento en la población infantil. Unos datos relevantes ya que estiman que la enfermedad «resta una media de 20 años» a la esperanza de vida de estas personas obesas.
La falta de educación en nutrición, el fácil acceso que tienen los niños a la nevera, la libertad que algunos padres les otorgan para decidir qué quieren comer, la excesiva ingesta de productos de bollería industrial, grasas y refrescos azucarados, son algunos de los factores que están propiciando el aumento de su incidencia en los niños.
Su mortalidad en la etapa adulta llega por las múltiples complicaciones cardiovasculares que se derivan de la obesidad, además de otras enfermedades metabólicas, gestacionales, psiquiátricas y problemas de autoestima. Algo que las compañías de seguros tienen en cuenta, pues calculan que una persona obesa «tiene de 2 a 3 veces más probabilidades de morir que una persona no obesa», como lamentan los especialistas de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Según la SEEN, hoy un 13.4% de la población española es obesa (15.3% de las mujeres y 11.5% de los hombres). En Estados Unidos, la cifra es mucho mayor llegando a casi un tercio de la población.
La SEEN define la obesidad como «un aumento del peso corporal debido a un exceso de grasa». Y excluye de esta definición a las personas con peso elevado debido a retención de líquidos como son las personas con edemas (hinchazón de tobillos, generalmente debidos a problemas de insuficiencia cardíaca o a problemas renales) o con ascitis (líquido libre en el abdomen generalmente debido a alteraciones hepáticas).
Según el doctor Manuel Aguiler, la obesidad es una enfermedad de raíz genética, pero no toda la culpa es de los genes pues también está «muy arraigada a los estilos de vida» y añade que «es crónica, aunque algunas personas pueden curarse mediante fármacos o cirugía», por lo que cuanto antes sea el diagnóstico, mejorará el pronóstico de la enfermedad.
Huir de tratamientos alternativos
El doctor Escobar resalta la importancia de que la persona obesa no intente luchar contra la enfermedad por su cuenta y recurra a métodos alternativos, que pueden llevar a empeorar la salud y que utilizan de forma frecuente fármacos como diuréticos o que contengan hormonas tiroideas y de control del apetito.
Los especialistas recomiendan ponerse en manos de un profesional y llevar a cabo un tratamiento individualizado, controlado en todo momento por un médico, que trace un plan de pérdida de peso realista y sostenible; y que controle a la vez el impacto del tratamiento en el funcionamiento de todo el organismo.
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