La enfermedad de Ménière de tipo crónico esta relacionada con trastorno del sistema vestibular. Se produce por acumulación de líquido en el oido interno. En esta página de enfermedad de meniere dispones de videos e información de las causas, síntomas y las mejores terapias para tratar la enfermedad.
La enfermedad de Ménière es una enfermedad crónica relacionada con un trastorno del sistema vestibular del oído interno que afecta al equilibrio y la audición. Es una causa común de sordera.
Los síntomas de la enfermedad de Ménière resultan de la acumulación de líquido en una porción del oído interno conocida como laberinto. El laberinto contiene los órganos del equilibrio (los conductos semicirculares y los órganos otolíticos) y de la audición (la cóclea). Tiene dos secciones: el laberinto óseo y el laberinto membranoso.
El laberinto membranoso está lleno de líquido endolinfático. Cuando el cuerpo se mueve, el líquido endolinfático en los órganos del equilibro estimula los receptores nerviosos para que envíen señales al cerebro sobre la posición y el movimiento del cuerpo. En la cóclea, el líquido se comprime en respuesta a las vibraciones del sonido, lo que estimula a las células sensoriales que envían señales al cerebro.
En la enfermedad de Ménière, la acumulación del líquido endolinfático provoca un aumento de presión en el laberinto, interfiriendo con las señales de equilibrio y audición normales que van del oído interno al cerebro. Esta anomalía provoca vértigo y otros síntomas de la enfermedad de Ménière. Se desconoce la causa primera que provoca el aumento de la presión. Además de la enfermedad de Ménière idiopática o de origen desconocido, existen otras patologías que pueden desencadenarla, como por ejemplo:
Enfermedades autoinmunes.
Traumatismos acústicos.
Traumatismos sobre el oído interno.
Traumatismos del hueso temporal.
Otitis media crónica.
Otosclerosis.
Laberintitis serosa.
Laberintitis viral.
Neurosífilis.
Otros factores de riesgo incluyen: consumo de alcohol, alergias, antecedentes familiares, tabaquismo, estrés o el uso de ciertos medicamentos. Cuando la enfermedad de Ménière se puede atribuir a una de estas causas se denomina síndrome de Ménière, reservando la denominación de enfermedad de Ménière a los cuadros de origen desconocido.
Los ataques o episodios de la enfermedad de Ménière a menudo comienzan sin aviso. Pueden ocurrir diariamente o solamente de vez en cuando. La gravedad de cada episodio puede variar. La enfermedad de Ménière generalmente tiene cuatro síntomas principales:
Hipoacusia (pérdida de la audición) variable. La pérdida de la audición a menudo sucede sólo en uno de los oídos, pero puede afectar a ambos. La audición tiende a recuperarse entre ataques, pero empeora con el tiempo. La audición de baja frecuencia se pierde primero.
Presión en el oído
Zumbido o retumbo en el oído afectado, llamado tinnitus o acúfenos.
Vértigo o mareo intenso (que impide a quien lo padece estar de pie o sentarse) acompañados de náuseas, vómitos y sudoración. Los síntomas empeoran con el movimiento repentino.
Otros síntomas incluyen: diarrea, dolores de cabeza, dolor o molestia en el abdomen, movimientos incontrolables del ojo (nistagmo)… Los pacientes con enfermedad de Ménière pueden presentar a lo largo de su evolución crisis otolíticas de Tumarkin o drop attacks que consisten en la repentina caída brusca al suelo por pérdida de la fuerza muscular, sin síntomas previos ni pérdida de consciencia, de segundos de duración. Los pacientes tienen la sensación de “ser empujados o tirados al suelo”.
La enfermedad de Ménière puede ser difícil de diagnosticar, dado que a veces otras afecciones provocan síntomas similares. Se puede establecer el diagnóstico de enfermedad de Ménière definitiva cuando se han dado dos o más episodios de vértigo asociados a hipoacusia, acúfeno y sensación de ocupación del oído afecto, habiendo descartado cualquier otra posible causa. A veces, para llegar al diagnóstico puede necesitarse mucho tiempo, meses o años, para completar todos los síntomas. Estos se presentan en un oído y, con el paso del tiempo, pueden aparecer en el otro, ya que la enfermedad puede afectar a ambos con diferente intensidad. Se deben descartar otras patologías que puedan ser causa de los síntomas. La analítica de sangre es importante para el despistaje de diabetes, anemia severa, dislipemia, hipotiroidismo, neurosífilis y varias enfermedades autoinmunes que pueden estar relacionadas con la enfermedad de Ménière. Mediante una serie de pruebas, que se realizan cuando el paciente no tiene los síntomas, se comprueban la pérdida de audición y el desequilibrio:
La audiometría sirve para valorar la pérdida de audición y mide la cantidad de sonidos que se pueden oír a través del aire y a través del hueso. Para su realización, se coloca al individuo dentro de una cabina a prueba de ruidos, se le colocan unos cascos y se le envían sonidos a diferentes intensidades y frecuencias.
Se pueden medir los movimientos del ojo (nistagmografía), que podemos provocar de diferentes maneras.
Se constata el desequilibrio del cuerpo, con pruebas sencillas de conservación del equilibrio, en diferentes circunstancias.
Las pruebas calóricas se efectúan poniendo en el interior del conducto del oído calor o frío, introducido como agua o aire, caliente o frío. Las pruebas calóricas provocan un vértigo en el individuo que nos permite conocer la sensación que le produce, la duración, el movimiento de los ojos y otros síntomas, como las náuseas. En la enfermedad de Ménière, el paciente, durante la realización de las pruebas calóricas, tiene la misma sensación de vértigo que tiene durante un brote de la enfermedad, pero de muchísima menor intensidad.
También se realiza un TAC (tomografía axial computarizada) o Resonancia magnética nuclear (RMN) para descartar lesiones del sistema nervioso como tumores, patología vascular o enfermedades degenerativas y otras enfermedades que producen los mismos síntomas que la enfermedad de Ménière.
Aún no existe una cura para la enfermedad de Ménière, pero existen diferentes tratamientos para aliviar los síntomas. Para adecuar el tratamiento a cada paciente deben valorarse la edad, el estado general, la audición y la función vestibular.
El síntoma más incapacitante de un ataque de la enfermedad de Ménière es el mareo o vértigo. Para el vértigo se emplean medicamentos antivertiginosos, y para las náuseas y vómitos usaremos antieméticos. También se suele recomendar la betahistina, sobre todo como tratamiento a largo plazo del control de la crisis. Reducir la sal en la dieta y tomar diuréticos ayudan a algunas personas a controlar los mareos. Esto ocurre porque se reduce la cantidad de líquido que el cuerpo retiene, lo que puede ayudar también a disminuir el volumen de líquido y la presión en el oído interno.
Cuando el tratamiento farmacológico no basta se pueden llevar a cabo técnicas invasivas. En caso de hipoacusia (pérdida de audición) inexistente o leve, se puede aplicar una inyección de dexametasona (corticoide) intratimpánica. En los casos en los que la hipoacusia es moderada, se puede optar por la inyección intratimpánica de gentamicina para controlar el vértigo. Sin embargo, debido a que la gentamicina puede dañar las células del oído que nos ayudan a oír, el riesgo de pérdida de audición aumenta significativamente. En caso de hipoacusia severa se puede realizar una laberintectomía (destrucción del laberinto), que comporta la pérdida completa de la audición de ese oído pero controla el vértigo al 100%. Asimismo, se puede cortar el nervio del equilibrio que proviene del oído (neurectomía vestibular).
El tratamiento mediante cirugía es el único que puede eliminar definitivamente el vértigo, pero sólo debe emplearse cuando la enfermedad ha evolucionado mucho y el paciente presente sordera importante y persistencia notable del resto de los síntomas. Es el propio paciente el que tiene que decidir cuando se opera, en función de lo frecuente que sean los brotes de vértigo, de la intensidad de estos brotes, y de su propia angustia y sufrimiento.
La enfermedad de Ménière no se puede curar, pero se puede aprender a vivir con la enfermedad y se pueden realizar algunos procesos para reducir al mínimo los efectos de esta enfermedad:
Reducir el estrés es importante para muchos pacientes con la enfermedad de Ménière, ya que se cree que el estrés emocional propicia los ataques. Hacer ejercicio y mantenerse en forma en la medida de lo posible al sufrir mareos es importante para reducir el estrés.
Debido al aumento de la presión del líquido en el oído interno, la mayoría de los pacientes se benefician de la reducción del consumo de sal.
Algunas personas indican que la cafeína, el chocolate y el alcohol empeoran sus síntomas y los evitan o limitan en su dieta. Dejar de fumar también puede ayudar a disminuir los síntomas.
Terapia cognitiva. La terapia cognitiva es un tipo de psicoterapia (terapia de diálogo) que ayuda a las personas a darse cuenta de cómo interpretan y reaccionan ante las experiencias de vida. Algunas personas encuentran que la terapia cognitiva les ayuda a enfrentar mejor la naturaleza inesperada de los ataques y les reduce la ansiedad sobre futuros ataques.
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