La deshidratación en personas mayores es un problema importante
¿Sabrías cómo identificarla y qué estrategias utilizar para prevenirla? Para comenzar, podemos definir la deshidratación como el desequilibrio que se produce entre la ingesta de líquido y su eliminación. Se produce una disminución del agua corporal total que puede ser causada tanto por la pérdida de agua como por la pérdida de sodio.
Las personas mayores son un colectivo especialmente vulnerable y, según muchos autores, se debería de considerar a estas personas en riesgo de deshidratación. Esto es debido, en parte, a cambios fisiológicos como cambios en los mecanismos de la sed, alteraciones en la función renal o atrofia de las papilas gustativas.
Factores de riesgo de la deshidratación en personas mayores
También es importante tener en cuenta los factores de riesgo más importantes que son:
Incontinencia urinaria
Dependencia funcional, sujeta a enfermedades como párkinson, artritis, artrosis o, por ejemplo, en encamamientos prolongados o ante problemas con la deambulación (dificultades para caminar).
Deterioro cognitivo: pueden perder la capacidad de saber cuándo deben hidratarse, negarse a ingerir alimentos o agua o tener apraxia deglutoria (dificultad para tragar los alimentos).
Institucionalización
Aislamiento social
Ciertos fármacos
Efectos de la deshidratación en personas mayores
Algunas consecuencias que se han observado en los estudios son:
Aumento del riesgo de caídas
Síndrome de confusión agudo, delirium
Fracturas
Úlceras
Cálculos renales
Alteraciones dermatológicas
Infecciones
Toxicidad farmacológica
Importancia del diagnóstico precoz
Debido al impacto de este gran problema se debería realizar un diagnóstico precoz de la deshidratación en personas mayores; sin embargo, no existe una herramienta diagnóstica de referencia para ello. Por lo tanto, sigue siendo un problema bastante infradiagnosticado.
La Cochrane Library publicó que los signos y síntomas típicos de deshidratación (sobre todo, en personas más jóvenes) y los tests (gravedad de la orina, color de la orina o bioimpendancia eléctrica) no deberían ser usados por sí solos para diagnosticar deshidratación en personas mayores.
La Guía Espen, que está promovida por especialistas en Geriatría, sugiere que la osmolaridad plasmática por encima de los 300 mOsm/kg sí que podría ser utilizada para el diagnóstico.
Otros autores también sugieren la combinación de una buena anamnesis, una exploración en busca de signos y síntomas y una clínica de sangre para confirmar sospechas.
Conociendo todo lo anterior, sería importante realizar una buena educación sanitaria, tanto a pacientes profesionales como a familiares, sobre la importancia de la deshidratación en mayores y cómo llevar a cabo estrategias para prevenirla.
Prevención de la deshidratación en personas mayores
Los expertos sugieren que se debería:
Ofrecer a las mujeres ancianas 1,6 litros de agua al día, y a los hombres, dos litros, siempre individualizando en cada caso.
Reconocer a todas las personas mayores en riesgo de deshidratación.
Implementar estrategias multicomponentes, sobre todo, en centros residenciales.
Realizar un registro de los hábitos de hidratación, peso, talla, factores de riesgo, preferencias de bebida, etc.
Ofrecer gran cantidad de líquido, no solo agua. Por ejemplo, infusiones, leche, zumos sin azúcar, helados caseros...
Recordarles que beban a menudo, aunque no tengan sed. De hecho, se debe de beber frecuentemente para evitar la distensión gástrica.
Recomendar beber por la mañana y a primera hora de la tarde para evitar la incontinencia nocturna.
Asegurar la correcta temperatura de cada bebida.
Utilizar siempre vasos de colores de alto contraste, como el rojo, sobre todo, en personas con deterioro cognitivo.
Adaptar los vasos y las tazas a cada persona.
Explicar a los pacientes y familiares el correcto uso de espesantes y aguas cgelificadas en caso de que presenten disfagia orofaríngea (dificultad para tragar).
Fomentar la ingesta en personas con deterioro cognitivo: utilizar carteles o recordatorios en las salas y en los domicilios.
Asegurar el acceso a los líquidos, vigilando siempre los factores ambientales.
Implicar a los familiares o profesionales con la necesidad si tienen que ayudarles con el fomento de la continencia.
También se debe recordar que los pacientes con alimentación enteral precisan también agua suplementaria.