Las vacunas son medicamentos biológicos que nos ayudan a desarrollar inmunidad frente a enfermedades infecciosas. Funcionan al introducir en nuestro cuerpo una versión debilitada o inactiva de un virus o bacteria, o incluso solo una parte de ellos, lo que se conoce como antígeno.
Este antígeno es reconocido por nuestro sistema inmunitario como un agente extraño, lo que desencadena una respuesta inmune. Como resultado, nuestro cuerpo aprende a combatir el virus o bacteria real si alguna vez entramos en contacto con ellos, previniendo así la enfermedad.
Composición de las vacunas
Además del antígeno, las vacunas pueden contener otros componentes que garantizan su seguridad y eficacia. Estos componentes pueden variar según el tipo de vacuna, pero algunos de los más comunes son:
Conservantes: Se utilizan para prevenir la contaminación bacteriana y prolongar la vida útil de la vacuna. Un conservante común es el 2-fenoxietanol, considerado muy seguro por su baja toxicidad.
Estabilizantes: Aseguran que la vacuna mantenga sus propiedades y eficacia a lo largo del tiempo. Suelen ser azúcares como la sacarosa, proteínas o aminoácidos.
Tensioactivos: Facilitan la mezcla homogénea de todos los componentes de la vacuna.
Coadyuvantes: En algunos casos, se añaden coadyuvantes para potenciar la respuesta inmunitaria de la vacuna. Las sales de aluminio, como el fosfato de aluminio o el hidróxido de aluminio, son coadyuvantes comunes y su seguridad está ampliamente demostrada.
Es importante destacar que el componente mayoritario de las vacunas, especialmente las que se administran por vía intramuscular, es el agua. Se utiliza agua estéril de alta calidad para garantizar la seguridad de la vacuna.
Si tienes alguna duda sobre las vacunas o su composición, no dudes en consultar con un profesional sanitario.