¿Cómo se aborda el cáncer en personas mayores?
Desde mediados del siglo XX, se han conseguido que incrementemos en la esperanza y tiempo de vida. “Este es uno de los grandes éxitos que hemos conseguido y que en absoluto es un problema demográfico, como en ocasiones se ha comentado”, apunta el Dr. Tarazona en el vídeo. No obstante, como todo reto, trae también una serie de circunstancias para las cuales debemos estar preparados para actuar correctamente ante ellas.
Una de estas situaciones es que, en menos de 20 años, tres de cada cuatro adultos que acudan a una consulta de Oncología tendrán 65 o más años.
La mayor parte de estos adultos serán considerados “robustos” dentro de los criterios de fragilidad. El estado robusto es un estado funcional completo que permite tratar a estos adultos de más edad con los mismos arsenales terapéuticos con los que tratamos a individuos más jóvenes.
Y tenemos unos adultos que pueden ser considerados prefrágiles o frágiles, en los cuales es precisa la valoración geriátrica antes de tomar una decisión terapéutica. Un porcentaje de estos adultos con fragilidad no van a poder revertir la situación y deberemos adaptar los tratamientos para ellos. En esto, básicamente, consiste la onocgeriatría y, dentro de la oncogeriatría, existen una serie de intervenciones basadas en el manejo de la anemia y en el control del dolor, tratando de mitigarlo o atenuarlo cuando no es posible erradicarlo completamente.
Dos aspectos clave
En el abordaje de personas mayores con cáncer, son muy importantes dos aspectos: la mejora de la situación funcional y la mejora de la situación nutricional, porque son dos de los factores que van a ocasionar un mejor o peor devenir.
Al mismo tiempo, esos adultos mayores que van a necesitar una intervención quirúrgica programada para el tratamiento de su enfermedad oncológica van a requerir también una habilitación durante el ingreso hospitalario realizada conjuntamente por equipos interdisciplinares que incluyen a geriatras.
Posteriormente, tras el alta hospitalaria, vamos a garantizar una continuidad de cuidados, de forma que el objetivo principal, más allá de la propia curación de la enfermedad, va a ser preservar la funcionalidad. Para eso, es necesaria la continuidad de cuidados con posterioridad para garantizar que si la situación funcional no es la misma, sea la más parecida a la que tenían las personas mayores con cáncer antes del tratamiento.